Eugenio Montejo
Un canto para el tordo que viene a amanecer
soñando solo, junto a nosotros,
y más que nadie contento de estar vivo.
Al mañanero amigo, negro en lo blanco,
con amplias plumas de paraguas
y patas como elipsis de un escriba.
El solitario, el músico
que me esquiva azorándose en la calle
si me acerco
y se repliega cubriendo entre las alas
el piano de sí mismo.
Antes que arome mi primer café
en la taza del día
y el árbol lo reclame de lejos a su nido,
un canto para el tordo, el inocente,
no importa que apenas me comprenda,
que sólo alcance a descifrar mi voz mañana,
en otro amanecer, en otra vida.
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